Pidió autorización a los propietarios de la torre Eiffel para poder lanzarse desde la misma a modo de prueba. Estos, a pesar de su desagrado, se la concedieron a condición de que obtuviese permiso de la Policia y firmara una renuncia expresa a sus derechos, absolviendo a los propietarios de la torre de toda responsabilidad.
Increíblemente, la policía dio la autorización. A las ocho en punto de una helada mañana helada del mes de diciembre, Teichelt, acompañado de un puñado de seguidores y fotógrafos de prensa inmortalizaran su invento, subió hasta el nivel de la primera plataforma, se detuvo en el borde saludando a sus admiradores, y sin más preámbulos, se lanzó confiado hacia la muerte.